El momento se ha ido lejos, correr, correr y alcanzarlo,
atraparlo con el pensamiento, quererlo ardiente y amarlo.
Queda entre ardores la memoria de su nombre, aflora,
las ramas que penden del árbol y los frutos que adornan
la canción naciente de la madre selva: y viendo una rama gastada,
sobre la que más se cuelga la vista y bajo la sombra esperar que pase.
Bebían las nubes aguas muertas, bebían espumas las guitarras.
Resonando campanales y repiques, siguen gritando recuerdos,
se sigue ardiendo presencia y abono en árbol de cobijos,
ahí nace la flor que adorna el pecho,
ahí nace la rosa deshojada de un te quiero.
Y que pase el pensamiento…
Eduardo Matamoros
11/02/2009